Encaramado en su trono, el anciano rey parece más una sombra que un hombre, atrapado en una prisión invisible de cadenas que no solo atan su cuerpo, sino también su espíritu. Su mirada vacía y su postura encorvada reflejan la lucha interna entre la oscuridad que lo consume y la luz que aún intenta abrirse paso. Este momento simboliza la fragilidad del poder cuando se ve contaminado por la maldad y la manipulación, pero también es un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, la fuerza de voluntad puede ser el arma definitiva para romper esas cadenas.
Técnica y medida: Lápiz y acrílico sobre papel de acuarela (Din A3-29,7 cm x 42 cm)