En la orilla del arroyo, bajo un cielo opaco y rodeado de ramas retorcidas, surge la silueta de un conejo en estado berserker. Su figura, aparentemente inofensiva, esconde una furia primitiva y desgarradora que lo convierte en un depredador implacable. Sus ojos, desorbitados y brillantes como brasas encendidas, reflejan un instinto salvaje que va más allá de lo natural. La sangre que gotea de sus colmillos es el testimonio mudo de su última víctima, mientras sus garras aún tiemblan con la energía del combate. Que no os confunda, no es víctima sino verdugo.
Técnica y medida: Punta fina y tinta china sobre papel Bristol (DinA3-42 cm x 29,7 cm).