Asesinado y enterrado, su cuerpo regresa nutrido por raíces desde la tierra. No busca redención, solo venganza. La figura que se alza dela tumba ya no es humana; es una amalgama de carne putrefacta y naturaleza salvaje, donde las raíces se han entrelazado con músculos y tendones, creando una simbiosis macabra. Su rostro, deformado por la descomposición y la ira, conserva apenas un eco de quien fue en vida. Los ojos, ahora vacíos y oscuros como pozos sin fondo, parecen mirar directamente al alma de aquellos que lo traicionaron.
Técnica y medida: Tinta china sobre papel Bristol (DinA3-42 cmx 29,7 cm).