Con la espada como una extensión de su voluntad, ella camina silenciosa entre la quietud tensa que precede a la batalla. Su figura, envuelta en pieles desgarradas y cicatrices que cuentan historias de mil enfrentamientos, irradia una fuerza indomable que desafía al destino mismo. Cada paso que da resuena como un eco en el vacío, cargado de una determinación que no necesita palabras. Es la encarnación de la guerra: salvaje, implacable y hermosa en su brutalidad.
Técnica y medida:Lápiz sobre papel de dibujo (Din A3-29,7 cm x42 cm)