No nació ni morirá, solo el dios del tiempo pudo imponerle un letargo como castigo, pero el sello se ha roto y ahora despierta con más hambre. Su forma es la de un dios olvidado, su aliento es el de la muerte. Su alimento el miedo de los que le ven y el dolor de los que le sueñan y no despiertan. Camina entre realidades, abriendo grietasen la cordura de aquellos que perciben su presencia. No conoce la misericordia ni la piedad; cada latido de su oscuro corazón invoca pesadillas que la humanidad jamás ha imaginado. Su voz, un susurro que quiebra voluntades y alimenta delirios, anuncia el fin inevitable para todo aquel que escuche su lamento ancestral. No hay refugio posible ni defensa ante su llegada, pues él es la sombra detrás de cada terror y el silencio que precede a la desesperación absoluta.
Técnica y medida: Lápiz y tinta china sobre papel Bristol (Din A3-42 cm x 29,7 cm).